Don Marcelo y Claune: «una cierta predilección»

Don Marcelo y Claune: «una cierta predilección»

Qué hace CLAUNE

Don Marcelo y Claune: «una cierta predilección»

Recientemente se ha publicado la bibliografía de Don Marcelo González Martín, quien fuera Presidente del Instituto Pontificio CLAUNE. El libro dedica un apartado a comentar su labor en nuestro Instituto en el que se pondera su gran amor a la vida contemplativa, como buen hijo de la Iglesia.

Don Marcelo tenía algunos cargos más que el hecho de ser emérito. De algunos pidió el relevo, como por ejemplo de Prior del Capítulo de la Orden del Santo Sepulcro, no sin disgusto de los capitulares, como lo escribía el 26 de septiembre de 1996 el Marques de Tejada: “Aun cuando comprendo sus motivos, no por eso pienso que pueda encontrarse otro obispo que pueda desempeñar mejor que usted lo ha hecho el cargo de Prior de nuestro Capítulo”. Pero, pese a estar jubilado y ser ya emérito de Toledo siguió siendo presidente de CLAUNE hasta su muerte. Lo hizo por el afecto que profesaba a las monjas claustrales. 
En sus tres diócesis había tenido especial interés en cuidar la vida consagrada. Rápidamente lo mostró en Toledo el 14 de diciembre de 1972, elevando la Delegación Episcopal de Religiosas a Vicaría, en contra del decreto- con la consideración especial que se merece, una ayuda más eficaz y diligente. Cuando se jubiló D. Marcelo tenía la archidiócesis 42 monasterios de contemplativas, y durante su pontificado en Toledo había abierto casa en diversos lugares 39 instituciones religiosas. Siendo muy pobres, las monjas habían fundado tres becas para el Seminario: en 1980, la de Santa Teresa de Jesús, en el centenario de su muerte, de 1.500.000 de pesetas; en 1982, la de San Juan Pablo II, con motivo de la visita del Papa de 2.000.000 de pesetas. Además, entregaron a la nunciatura apostólica de Madrid 500.000 pesetas y tres cajas con casullas, cálices y un sagrario, para misiones. En 1986, una tercera beca, llamada Cardenal Marcelo, por el XXV aniversario de su consagración episcopal de 2.000.000 pesetas.
Don Marcelo quería agradecer la vida consagrada la vida entregada de las monjas y su generosidad y lo hizo permaneciendo en CLAUNE: “claustros necesitados”. ¿Qué era y es esta institución nacida por la iniciativa de D. Antonio Mora? Este ingeniero asturiano, impresionado por la pobreza suma y las carencias de todo tipo en que estaban sumidas muchas comunidades contemplativas, en unión con un grupo de seglares que compartían las mismas inquietudes, se organizaron como una Asociación para remediar en lo posible esa situación, y en tal dirección trabajaron ejemplarmente. Años después, desembarcó en CLAUNE el padre claretiano Gerardo Escudero, que fue elegido director, y con la ayuda eficaz de Mons. José Mª Lahiguera, dio los pasos ante la Santa Sede para que la obra se reconociera como Instituto Pontificio a favor de la vida contemplativa. Erigido formalmente como tal por la Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares, con decreto del 15 de octubre de 1971, como Instituto Pontificio CLAUNE es una asociación eclesiástica pública, de carácter mixto por razón de sus miembros, ordenada a prestar ayuda a los claustros necesitados, conforme a las normas de sus Estatutos, que declaran como su finalidad propia la promoción de vida contemplativa en las diversas formas reconocidas por la Iglesia, “ayudando por todos los medios que sean posibles, tanto en el orden espiritual como en el material a los conventos o casas religiosas en que se practique la vida contemplativa, bien sea de una forma íntegra, bien con una dedicación simultánea a obras externas del apostolado” CLAUNE prestaría ayuda a los conventos de cuya necesidad tuviere constancia, pero sin mezclarse, en forma alguna, en el régimen y en la vida de los mismos. En aquel momento, estando todavía en Barcelona, en octubre de 1971 D. Marcelo había contribuido con CLAUNE pronunciando una ponencia Actualidad de la vida religiosa en el mundo de hoy, dentro de un curso de conferencias sobre la exhortación apostólica Evangelica testificatio y publicado algunos artículos sobre la vida consagrada en el boletín de CLAUNE. Mantuvo, además, una estrecha relación con el P. Escudero, del que se conservan en el archivo varias cartas. Y desde el 25 de septiembre de 1989 sucedió al venerable monseñor José Mª García Lahiguera, como presidente de Instituto, tomando posesión del cargo el 19 de diciembre siguiente. Lo sería hasta su fallecimiento, en 2004, siendo sucedido por Monseñor Rafael Palmero Ramos. En septiembre de 2004 el boletín Claune publicó un artículo de su director general, ya entonces el P. José Mª Mesa, titulado. Fallecimiento del cardenal Marcelo González Martín, que resumía la labor de D. Marcelo en este Instituto pontificio durante 14 años de presidencia, un cargo que, entre tantos logros y actividades del difunto cardenal, nadie destacaba.
“CLAUNE no olvidará nunca el acierto de sus orientaciones, el aprecio por las Hermanas de vida contemplativa, la clarividencia en su forma de regir este Instituto, humilde pero fructuoso, por el que él sentía una cierta predilección. Se interesaba por todos los asuntos concernientes a la Institución contestaba todas las cartas que se le dirigían, casi siempre de su propia mano. Nunca negó su intervención en cualquier asunto que se presentara. Como director general de CLAUNE, no puedo recordar sin admiración la amabilidad con que me recibió en el palacio arzobispal de Toledo y su generosidad para aceptar el cargo de presidente, a pesar de las muchas ocupaciones a las que tenía que atender. Se había ganado con su bondad el cariño y la gratitud de todas las personas que lo tratamos como a nuestro Presidente.”
Para D. Marcelo las reuniones del Instituto Pontificio CLAUNE eran sagradas: declinaba cualquier otra invitación si coincidía con ellas. Así escribía a comienzos del mes de julio de 2001 a Don Eduardo Espín, vicerrector de la Universidad de Castilla la Mancha, cuando le invitó a la inauguración, el 10 de julio, de la famosa capilla de Sabatini situada en la universidad de Toledo: “Querido amigo: No puedo asistir a los actos a que me invita en nombre del Señor Rector Magnífico, por tener que estar presidiendo una Plenaria de CLAUNE en Madrid (claustros necesitados, o sea, conventos de clausura esparcidos por toda España). Me alegro mucho de que me hayan restaurado la capilla de que me habla y ruego transmita mi felicitación al Señor Rector. Quedo suyo afectísimo.

D. Marcelo, volumen II, Navegante y sembrador (pág. 1480-1483)

Sor Brambilla: La vida consagrada, laboratorio del «nosotros»

Sor Brambilla: La vida consagrada, laboratorio del «nosotros»

Qué hace CLAUNE

Sor Brambilla: La vida consagrada, laboratorio del «nosotros»

El Papa Francisco ha nombrado a Sor Simona Brambilla nueva Prefecto del Dicasterio de la Vida Consagrada. La vida contemplativa acoge con alegría esta nueva mediación que Dios nos regala para impulsar nuestra consagración y entrega al Señor. Sor Simona puede estar segura de las oraciones de todos los monasterios contemplativos y, sobre todo, de la entrega fiel al Señor de cada uno de los monjes y monjas. Sirva este artículo que edita CLAUNE en su Boletín para conocer mejor la personalidad espiritual de Sor Simona Brambilla.
El Documento Final del Sínodo sobre la Sinodalidad afirma que: «La vida consagrada está llamada a interpelar a la Iglesia y a la sociedad con su voz profética. En su experiencia secular, las familias religiosas han madurado prácticas probadas de vida sinodal y discernimiento comunitario, aprendiendo a armonizar los dones individuales y la misión común. Las Órdenes y Congregaciones, las Sociedades de Vida Apostólica, los Institutos Seculares, así como las Asociaciones, Movimientos y Nuevas Comunidades tienen una contribución especial que hacer al crecimiento de la sinodalidad en la Iglesia. Muchas comunidades de vida consagrada son hoy un laboratorio de interculturalidad que constituye una profecía para la Iglesia y para el mundo» (DF, 65).
El Papa Francisco ha hablado repetidamente de la llamada a pasar del yo al nosotros, de la necesidad de «encontrarnos en un nosotros más fuerte que la suma de pequeñas individualidades» (Fratelli tutti, 78), del «desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos» (Evangelii gaudium, 87), de la «experiencia liberadora y responsable de vivir como Iglesia la mística del nosotros» (Veritatis gaudium sobre las universidades y facultades eclesiásticas, 4). El proceso sinodal ha retomado, entre otras, la imagen paulina del único cuerpo (DF, 16, 21, 26, 27, 36, 57, 88) y «nos ha hecho experimentar el “sabor espiritual» (EG 268) de ser Pueblo de Dios, reunido de todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones, viviendo en contextos y culturas diferentes. Nunca es la mera suma de los bautizados, sino el sujeto comunitario e histórico de la sinodalidad y de la misión» (DF, 17.).
«Todo está relacionado», «todo está conectado»: este es el estribillo que recorre la Laudato sì del Papa Francisco. La imagen del cuerpo expresa de manera plástica y clara la conexión que existe entre nosotros: nosotros criaturas, nosotros humanos, nosotros cristianos, nosotros miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, nosotros pertenecientes a un Instituto de Vida Consagrada, a una Sociedad de Vida Apostólica, a una Familia espiritual animada por un carisma único y original. Como en un cuerpo físico, cada parte, cada órgano, cada célula de un «cuerpo carismático» influye en el resto. Lo que sucede en una parte del cuerpo afecta al conjunto. Y lo que sucede en todo el cuerpo como tal repercute de alguna manera en cada una de sus partes.
En el «cuerpo carismático» circula lo que los miembros ponen. Cada uno de nuestros actos y palabras, cada uno de nuestros pensamientos y sentimientos es energía que viaja por la densa red de nuestras relaciones, y llega a afectar a todos, porque todos estamos unidos en un solo cuerpo, bañado en la misma sangre carismática viva. Ninguna palabra, ningún gesto, ningún pensamiento o sentimiento es neutro: toda expresión vital tiene consecuencias, para bien o para mal. Misteriosamente, en virtud del hecho de que todos estamos conectados -a un nivel muy profundo, de espíritu, de carisma-, lo que siento, pienso, digo, hago, deseo, se pone en circulación en el cuerpo y acarrea sus consecuencias, benéficas o maléficas. Acompañar a un «cuerpo carismático», a un organismo vivo, para que exprese su generatividad, su fecundidad, la finalidad para la que vino al mundo, significa ante todo acompañarlo para que conecte y reconecte continuamente con lo que lo anima, con el carisma. Y significa cuidar lo que circula dentro de las conexiones vitales.
El Carisma no es propiedad de un Instituto, de una Sociedad, de una Familia Carismática. Es un don de Dios al mundo, es Espíritu, es Vida. El Instituto (o Sociedad, o Familia) y cada hermana y hermano que es miembro de él, lo recibe como un don gratuito, una fuerza vital a la que hay que dejar fluir creativamente, libremente, no para ser «momificada» o embalsamada como una pieza de museo. En palabras del Papa Francisco: «Todo carisma es creativo, no es una estatua de museo, no, es creativo. Se trata de permanecer fieles a la fuente original esforzándose por repensarla y expresarla en diálogo con las nuevas situaciones sociales y culturales. Tiene raíces firmes, pero el árbol crece en diálogo con la realidad. Este trabajo de actualización es tanto más fecundo cuanto más se realiza armonizando creatividad, sabiduría, sensibilidad hacia todos y fidelidad a la Iglesia» (Al Movimiento de los Focolares, 6 de febrero de 2021).
La energía del carisma recorre cada célula del cuerpo: cada hermana/hermano es su portadora y su expresión. Y no sólo eso. El «cuerpo carismático», como organismo vivo, tiene sus propios «sentidos», y entre ellos el «sentido del carisma», un «olfato», por citar de nuevo al Papa Francisco, que le permite distinguir el olor del carisma, oír su melodía, percibir su luz, gustar su sabor, reconocer su tacto. Y vibrar en contacto con él, dejarse atraer por él y seguirlo. Como un cuerpo, como un organismo. Qué importante es entonces que el líder de una Familia carismática, como buen pastor, camine con el rebaño «a veces delante, a veces en medio, y a veces detrás: delante, para guiar a la comunidad; en medio, para animarla y sostenerla; detrás, para mantenerla unida y que nadie se quede demasiado, demasiado atrás, y también por otra razón: ¡porque la gente tiene “olfato”!» (Asís, 4 de octubre de 2013).
La vibración y el movimiento de un organismo en respuesta a lo que perciben su «nariz» y todos sus sentidos no es simplemente la suma de las vibraciones y los movimientos de cada una de sus partes; es mucho más. Un poco como una sinfonía interpretada por una orquesta: no es simplemente la suma de los diversos sonidos de los instrumentos; es mucho más. Hablando a los nuevos cardenales durante el Consistorio del 30 de septiembre de 2023, el Santo Padre propuso precisamente esta imagen, vinculándola a la sinodalidad: «el Colegio cardenalicio está llamado a asemejarse a una orquesta sinfónica, representando la sinfonicidad y la sinodalidad de la Iglesia. Digo también “sinodalidad”, no sólo porque estamos en vísperas de la primera Asamblea del Sínodo que tiene precisamente este tema, sino porque me parece que la metáfora de la orquesta puede iluminar bien el carácter sinodal de la Iglesia. Una sinfonía vive de la hábil composición de los timbres de los diferentes instrumentos: cada uno da su contribución, a veces solo, a veces unido a otro, a veces con todo el conjunto. La diversidad es necesaria, es indispensable. Pero cada sonido debe contribuir al diseño común. Y para ello, la escucha mutua es fundamental: cada músico debe escuchar a los demás. Si uno se escuchara sólo a sí mismo, por sublime que fuera su sonido, no beneficiaría a la sinfonía; y lo mismo ocurriría si una sección de la orquesta no escuchara a las demás, sino que tocara como si estuviera sola, como si fuera el todo. Y el director de la orquesta está al servicio de esta especie de milagro que es cada vez la interpretación de una sinfonía.
Tiene que escuchar más que nadie, y al mismo tiempo su tarea es ayudar a cada uno y a toda la orquesta a desarrollar al máximo la fidelidad creativa, fidelidad a la obra que se interpreta, pero creativa, capaz de dar un alma a esa partitura, de hacerla resonar en el aquí y ahora de una manera única».
Un organismo vivo está necesariamente siempre en movimiento, adaptación y renovación. Cuando el movimiento, la adaptación y la renovación cesan, sobreviene la muerte. En palabras del Papa Francisco: «los que están quietos acaban corrompiéndose. Como el agua: cuando el agua está quieta, vienen los mosquitos, ponen huevos, y todo se corrompe. Todo» (Homilía, Capilla de la Casa de Santa Marta, 2 de octubre de 2018).
La/el responsable de una Familia de consagrados está llamado a facilitar un continuo retorno y re-inmersión en el carisma, en la energía vital que anima el «cuerpo carismático», en la música que lo sostiene, en los orígenes vivos y palpitantes desde los que es posible recomenzar, ser relanzados en el mundo de hoy por la fecundidad inagotable de la inspiración de la que se ha nacido. Entonces, la música puede expresarse hoy en la orquesta, dando vida y alma a la partitura en el aquí y ahora. Entonces, liberada de estructuras, geometrías y geografías que tal vez la lastraban, el flujo vital del carisma puede liberarse en una danza que conmueve, enciende, vivifica todo el cuerpo, la Iglesia, el mundo.

Simona Brambilla, Prefecta del DIVCSVA
www.vaticannews.va – 2/02/2025